martes, 7 de mayo de 2013

Amanezco sin mis alas


Lianet, Charo y yo en
los carnavales universitarios
Cuando terminó la universidad me alegré de dejar detrás esa etapa de mi vida. Secretamente ya estaba cansada de tantos baños fríos, comidas sin sabor y sueños truncados por el dolor de columna, provocado por mi delgado colchón.
Estaba además loca por poder disfrutar de la tranquilidad de mi casa en las mañanas, tomar una buena taza de leche con café y amanecer junto a Alain.
Eso era todo lo que anhelaba en ese momento.
Llegó entonces mi primer septiembre de trabajadora. Lista para comenzar una nueva etapa de mi existencia, me levanté temprano (cosa que usualmente obviaba en la universidad), me vestí apresurada y partí para el lugar que me recibiría, por vez primera, como una periodista oficial.
Durante toda mi primera jornada algo me faltó. Creo que ni la taza de café con leche, ni el amanecer en paz, me proporcionaron la alegría con la que normalmente recibía el día en la Universidad Central de Las Villas.