Las manos de Alicia tienen alma. Casi la misma alma que
Giselle, y a veces, cuando habla, parece que las manos dibujan en el aire una
coreografía del corazón.
Giselle vive en sus manos, escondida. Corretea entre sus
dedos y le susurra que aún hay tiempo para más, mucho más. No hay niebla que
pueda contra tanta determinación y, el paso inevitable de los años acentúa la
grandeza de su gloria.
Respira escondida
Giselle, hace piruetas y aún sin perder la cordura, absorbe el dulce hálito de
su amado. Baila una vez más. En cada intento, en casa aplauso, en cada caricia.
No existe otra, solo
ella entre las manos de Alicia. Vive ahí, en ese eterno resguardo, en esas alas
repletas de historia y música. En esa casa de finas sábanas y corazón caliente.
No hay más. Giselle vivirá para siempre entre las manos de Alicia.
Lindo mi amiga, desde acá sigo oliendo tus girasoles, te quiero
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