Lo conocí cuando en
un arranque de locura mi madre decidió cambiarme de aula, justo en los primeros
días de mi sexto grado.
Yo estaba
acostumbrada a mis amigos, pero mami decidió que debía estudiar en el mejor
destacamento de mi primaria “Armando Mestre Martínez”.
Entre caritas nuevas
lo encontré a él, motivo de mi atención inmediata; y para darme en la vena del
gusto me sentaron a su lado. Ahí comenzó el mejor curso escolar de mi vida.
René me enseñó a competir para terminar los cálculos de
primera, a hacer la tarea en la escuela para tener tiempo en la casa, a no
salirme de la línea al hacer las eles y a quererlo con el corazón.
No sabía bien a esa
edad que era lo que sentía por él, sólo sé que cada mañana esperaba verlo entre
la multitud roja que inundaba la escuela.
Debido a ese
sentimiento, en varias ocasiones René sufrió mi ira. La maestra salía del aula y
me encomendaba la tarea de anotar en la pizarra aquellos que cometieran
indisciplinas.
Por alguna extraña
razón, un niño tan correcto como él, siempre estaba en la pizarra, pues yo no
toleraba que conversara con ninguna muchachita del aula. Tampoco quería que
intercambiara con Marcos, su compinche más cercano. Sinceramente lo quería para
mí.
Era amigo, compañero
y amor secreto. Él no estaba interesado en mí, Juana Laritza ocupaba su corazón, pero
aún así lo adoraba.
En las clases de educación física disfrutaba verlo sudar y
correr. Creo que en realidad disfrutaba todo de él.
Cuando llegó el momento de la separación, enfermé. No quería
saber de secundaria lejos, ni de carrera de bailarina que me apartara de él. Pero
me fui.
Estuvimos tiempo sin vernos, apenas unas miradas y un saludo
apurado en el barrio.
Él todo un hombrecito y yo viéndolo crecer.
En noveno grado cuando fui a hacer las pruebas para el preuniversitario
de ciencias exactas, ahí estaba René.
¿Cómo no iba a entrar al IPVCE si él era rey de las matemáticas?
El corazón nuevamente se detuvo. Entre todos los uniformes
de amarillo lo descubrí a él, tranquilo y confiado. Ahora con unos músculos que
asomaban por la camisa. Tenía la certeza de que este era mi momento.
Ya yo no era “el esqueleto rumbero” que el había conocido en
sexto grado y enseguida noté la diferencia en su mirada.
Pero la historia quedó ahí, en las miradas, en el descubrir
de la belleza, en el sentimiento más lindo e inocente que he experimentado.
No lo vi más, o sí,
lo veía en el barrio distante, triste, a veces no me parecía haberlo
conocido.
Hace tres años, exactamente el primero de agosto, René murió.
Recuerdo que me dieron la noticia en medio de una fiesta y el mundo cayó a mis
pies.
Ya no era el mismo muchachito oloroso e inteligente que me
recibió en su mesa y compartió el casillero.
Ya no era el René que brindaba su merienda y regalaba
flores.
No quiero decir de que murió, sinceramente no interesa. Sólo
quiero agradecerle por enseñarme a mirar las flores y a encender fogatas.
Por remover mi inocencia y despertar mis primeros
sentimientos de adultos. Por ayudarme sin macabros propósitos (como la mayoría
de los hombres que me ayudan hoy) y regalarme la luz cuando lo necesitaba.
René murió, y yo le
escribo estas palabras, para que donde esté, sepa que mi amor por él será
eterno y blanco como su destino.
Hace algún tiempo compartiste conmigo este comentario, que una vez más me conmueve. Creo que es de esas inocentes y primeras historias de amor que tenemos todos, solo que con la tristeza de una pérdida física. Tal vez debas pensar que René está vivo, solo que desde hace tiempo no lo ves y recordarlo con ese amor blanco y eterno. Gracias Lourdilla por por estas palabras de tu primer amor.
ResponderEliminarGracias a tí amigui, por escuchar atentamente mis historias...
ResponderEliminarque hermosa historia mi amiga , soy fanatica a todo lo que escribes y la verdad que esta nota donde describes lo que fue tu primer amor revela exactamente lo que eres , una estrella que a pesar de irradiar luz propia la rodean personas capaces de iluminarla tambien....te quiero mucho y gracias por esta linda historia ,,,,que en Paz descanse Rene.tu amiga .Lianny G.
ResponderEliminarLiz Martínez Vivero
ResponderEliminarBien hecho Lourdes, en momentos como éste es cuando agradezco más Dios por ser casi una periodista. Gracias por las palabras, las tuyas, recordando al más puro de los sentimitos en el corazón de una niña. a René por despertarlo, gracias porque las palabras alivian el espíritu y dejan al descubierto nuestros gritos más estruendosos... y gracias a la red de redes que me permitió en medio de mi mixtura de congoja y nerviosismo por los días decisivos que se acercan, leer este trabajo tan lleno de ti.
Lygia
ResponderEliminarQué historia más triste, Lourdes. Me he quedado con ganas de llorar.
Cucudrulitaaaaa lindaaaaaa, no me habias dicho q tenias un blog mi amor, jejejeje. Muy lindo el articulo, a ver cdo vas a escribir uno de tu cucudrulu eh??? muaaaaaa. TKM mi amor....
ResponderEliminarque lindo y triste mi hermanita!!!!! , murió joven.... muy lamentable. un beso.... muy lino artículo
ResponderEliminarte quiero
tu hermana