Convocan
a reunión y decido no asistir. Por vez primera decido callar lo que pienso para
no agitar el cielo y crear nubes negras. Sin embargo queda el vacío en el
pecho. Mi vocación de periodista no me permite el silencio, pero en esta era de
violencia y golpes, cedo a la corriente de personas mudas y ciegas.
Cuestiono
mi función social en un ejercicio de auto-reconocimiento: ¿no es el reportero
vocero por excelencia de todas las causas y la espada contra las injusticias?
La respuesta encontrada no me satisface. Alguien
dice: ¡Lourdes, déjate de boberías y no digas nada que nos vas a meter en
problemas!