lunes, 7 de octubre de 2013

La era de los golpes y la autocensura



Convocan a reunión y decido no asistir. Por vez primera decido callar lo que pienso para no agitar el cielo y crear nubes negras. Sin embargo queda el vacío en el pecho. Mi vocación de periodista no me permite el silencio, pero en esta era de violencia y golpes, cedo a la corriente de personas mudas y ciegas.
Cuestiono mi función social en un ejercicio de auto-reconocimiento: ¿no es el reportero vocero por excelencia de todas las causas y la espada contra las injusticias?
 La respuesta encontrada no me satisface. Alguien dice: ¡Lourdes, déjate de boberías y no digas nada que nos vas a meter en problemas!
 Ahí comienza mi dilema moral. Por desgracia, esta frase la escucho más de lo que quisiera. A diario cuestiones sencillas toman tamaños monstruosos y se convierten en puños de acero dispuestos a derribar todo a su paso.
 Una discusión amigable no constituye vía; los hombres y mujeres de hoy necesitan reafirmar su carácter y “valía” y la mejor manera  de demostrarlo es recurrir a la violencia, no importa si en ello se pierde la vida.


 Entonces ese alguien que habló dice: ¿Viste por qué no debías emitir criterios?, y sin querer creo, termino callada y busco a la persona encargada de las soluciones, pero ese individuo no recuerda. Decidió olvidar a conveniencia.
 Nuevamente medito. Si todas las personas del mundo se quedan mudas ante la violencia, las indisciplinas sociales y los delitos ¿Qué somos?
 Me niego a ser una cobarde, a la autocensura y a defender mi instinto de conservación. Desecho la idea de permitir que el mundo acabe a mi alrededor porque no es problema mío. Si algo me molesta entonces me atañe.
 Declino a vivir con la sospecha del ¿quién será?, porque contrario a lo dicho por Buena Fé en su última canción, la maldita culpa sí la tiene alguien.
 Entonces no me uno a los coros mudos. Mi camino es hablar, dialogar y cuestionar,  aún cuando en esta era de golpes y ataques cada paso suponga un riesgo.
 La vía del periodista, del ser humano consciente y del hombre revolucionario en concepto moral, es la reclamar derechos y emitir juicios a gusto y disgusto de dirigentes, funcionarios y demás integrantes de la sociedad.
 Nunca dormirá tranquilo quien agache la cabeza ante un abuso, baje la mirada, justifique una acción detrás de la palabra error y perdone la falta amparado en la filosofía de la supervivencia.
 Aunque esta sea una conducta normal en la actualidad no es conveniente sentarse a esperar una foto que no reflejará el carácter crítico del entorno. La pérdida de valores no espera al próximo siglo, en una tarea casi urgente degrada, erosiona y arrastra las pocas cosas salvables del alma.
 Al final, detrás de la disculpa fingida, vendrá la mano culpable dispuesta a levantarse para otro agravio, porque no importa la dimensión del daño si este permanece en silencio y oculto entre los cobardes.


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