martes, 7 de mayo de 2013

Amanezco sin mis alas


Lianet, Charo y yo en
los carnavales universitarios
Cuando terminó la universidad me alegré de dejar detrás esa etapa de mi vida. Secretamente ya estaba cansada de tantos baños fríos, comidas sin sabor y sueños truncados por el dolor de columna, provocado por mi delgado colchón.
Estaba además loca por poder disfrutar de la tranquilidad de mi casa en las mañanas, tomar una buena taza de leche con café y amanecer junto a Alain.
Eso era todo lo que anhelaba en ese momento.
Llegó entonces mi primer septiembre de trabajadora. Lista para comenzar una nueva etapa de mi existencia, me levanté temprano (cosa que usualmente obviaba en la universidad), me vestí apresurada y partí para el lugar que me recibiría, por vez primera, como una periodista oficial.
Durante toda mi primera jornada algo me faltó. Creo que ni la taza de café con leche, ni el amanecer en paz, me proporcionaron la alegría con la que normalmente recibía el día en la Universidad Central de Las Villas.
Necesitaba ver los ojitos hinchados de Yelennys a la hora de levantarse y a Elisdanys acostándose sigilosa a mi lado para encender el televisor y ver la novela de las mañanas.
Me faltaban Lianet e Indira, con sus constantes chistes y el ruidoso chorrito del agua golpeando los cubos vacíos en la bañadera.
Extrañaba los desayunos raros, esos de pan con picadillo, refresco de polvito y conversaciones largas sobre el destino de la facultad en los Criollos (juegos deportivos entre facultades).
La universidad me marcó mucho, así como lo hicieron mis amigos. Sin darme cuenta anhelé con ahínco que terminara la época de los estudios y el deseo se cumplió. Los mejores años de mi  vida se escaparon y con ellos los días de fiestas interminables, somnolencias en el aula, preparativos para festivales y jueguitos de asesinos y policías.
Hoy lo extraño todo, incluso aquellos extraños momentos en los que Elisa se levantaba bien temprano a mirar el amanecer porque su novio se lo había regalado o cuando Liz Beatriz aparecía en el cuarto con su manía de “coche bomba” a crear discordias.
Yele y Ely inseparables
Añoro las discusiones de San Periodismo, un grupo que desde el comienzo se caracterizó por ser todos para uno y todos contra todos. Un elenco que hizo historia en la Facultad de Humanidades por ser muchos y protestar constantemente.
Echo de menos también los seminarios de filosofía, las clases de psicología con Ravel e incluso aquel momento en que, en frente de media universidad, me caí bailando una plena de Puerto Rico en el teatro.
Quisiera volver a sentirme parte de esos apagones diarios en el 900 (beca para las féminas) y participar en una discusión sobre el mérito de ser becado.
Desearía volver a desandar las calles de Santa Clara y parar en el Mejunje, lista para recibir una lluvia de canciones de la Trovuntivitis y probar algún que otro trago sospechoso.
Hoy amanezco sin mis alas. Poco a poco vuelven a crecer, pero no son tan vigorosas como antes. Me faltan muchos, algunos que creí y creo imprescindibles en mi vida.
Me sobran anécdotas e historias, pero no tengo con quién vivirlas nuevamente. Hago un esfuerzo sobrenatural por recordar los mejores momentos, pero vienen al galope los cinco años juntos. No hay supremacía de un instante sobre otro; fui feliz allí durante todos los segundos pasados.
Cierro los ojos por un momento y me imagino rodeada al amanecer por los integrantes del cuarto 402 del ala B. 
 Mi alma tranquilamente vuelve a respirar.

4 comentarios:

  1. Gracias Lou, creo que si mañana comienza la universidad de nuevo ya no soy "coche bomba". Habrá que ponerle ese nombre a otra(o), los golpes me han enseñado... he crecido.

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  2. Debo confesar que a mí se me caen las alitas cuando solo mencionas el 402 del ala B. No tuve la dicha de vivir allí, por ese "desafortunado" hecho de vivir en Santa Clara. Aunque ahora que lo pienso, tal vez no lo escribas en este post, que es pequeño y no abarca el mundo, pero confío en que siempre vas a recordar a Ortelio, y ¿por qué no? de vez en cuando ¡hasta a mí! Un beso enorme Lulú.

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  3. Hoy no era el día adecuado para leer tu crónica. El amanecer me sorprendió muy sentimental. Imagina que ayer fui !!al fin!! a un concierto de Silvio Rodríguez; lo escuché cantar "la gota de rocío". y parece que por algún sistema de equilibrio divino, hoy me tocaba un día de tristezas. Lou, hoy extraño a tanta gente!!! Estoy lejos de todos los que amo...y en el fondo del alma me pesa, como siempre y quizás para siempre, la añoranza de aquellos cinco años. Me encantó ser protagonista de tu crónica .

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  4. Lou, qué decirte, precioso, me recordó también todas las cosas que añoro de la universidad y la gente que se queda atrás, al menos tú tienes la tuya a unos pocos km, y tu gente que te acompaña, pero la mía está a más de 600 y mi gente lejos en un correo eléctrónico, bueno pero ahora te tengo a ti también. Gracias por ese lindo trabajo, lleno de saudade.

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