martes, 20 de mayo de 2014

Entre notas y estrellas: Mozart

A un simple mortal no le alcanzarían 35 años, 10 meses y nueve días para dejar una huella imborrable en el mundo y ser recordado por varias generaciones.

A un ser humano común, no le sería suficiente este lapso para marcar una época y convertirse en referencia obligatoria dentro de la historia musical del universo.
Sin embargo, Wolfgang Amadeus Mozart, resultó capaz de mostrar a la humanidad el carácter divino de su talento en este corto tiempo.
Reconocido universalmente por sus excelsas composiciones, este prodigio llega hasta nuestros días con el mérito de constituir uno de los músicos más amados, escuchados y respetados en todo el orbe.
Nacido en Salzburgo, Austria, el 27 de enero de 1756, Mozart evidenció desde pequeño una suerte de genialidad, desbordada en cada acorde o armonía clásica que interpretaba ante sus padres.

Con sólo cinco años, asomaban en sus manos los impulsos de tocar su propia creación, y por tal razón, escribió su primera obra musical, la cual  es estudiada hoy, en algunas academias europeas.
Ante tanta fascinación, su padre decidió educarlo y exhibirlo en festividades, de modo que el talento de la criatura no fuera exclusivo del entorno familiar.
Mostrando su arte cautivó la atención de aquellos que, como hipnotizados, observaban el virtuosismo con el cuál desnudaba cada uno de los instrumentos que ejecutaba.
Francia acogió a Amadeus como un símbolo de unidad cultural. Con sólo ocho años, Mozart representaba la concreción de los ideales clasistas y barrocos, en una prolífera obra que despuntó con la publicación de cuatro sonatas para violín.
Luego, en Inglaterra, Wolfang es acogido por la familia real y compone seis sonatas para orquesta, con apenas una década de existencia.
En una ocasión, durante uno de esos tantos viajes que efectuó, el pequeño se presentó para el barón Friedrich Melchior von Grimm. Al día siguiente en el rotativo la "Correspondence Littéraire", el barón escribió: "No estoy seguro de que este niño no me turbe la mente si continúo escuchándolo con frecuencia: me recuerda que es difícil defenderse de la locura cuando uno ve prodigios".
 Joseph Hadyn, uno de los máximos representantes del período clasicista en Austria y denominado “padre de las sinfonías”, aseguró en una ocasión, que Mozart era el mejor compositor que había conocido jamás.
 Parado ante un abismo de corrientes y estilos, Wolfang apostó por el equilibrio etéreo de sus notas y una armonía blanca, casi perfecta.
La genialidad de sus creaciones resulta hoy, un misterio tan grande como su propia capacidad para ser inigualable.
Sin embargo, la producción musical de Mozart estuvo marcada por otras cuestiones.
Harold C. Schonberg, en su libro "Los grandes compositores", dice: "Mozart fue uno de los niños prodigio más explotados de la historia de la música y pagó el precio correspondiente. Los niños prodigio rara vez se convierten en personas con vidas normales.
Se desarrollan en la condición de niños que cultivan determinado talento a expensas de todos los restantes, pasan la mayor parte de su vida con adultos, descuidan su educación general y reciben excesivos elogios. El resultado es una niñez deformada, y con frecuencia eso lleva a una edad adulta deformada”.
Con estas palabras Schonberg resume un peso que acompañaría al excelso instrumentista hasta la muerte: su incapacidad para lidiar con las finanzas.

El legado de un genio
Las complejas situaciones monetarias marcaron su vida, pero también en este convulso período, su obra experimentó un flujo de composiciones a las que confirió una nueva profundidad y significado.
En la época en la que comenzó a componer, el estilo dominante en la música europea era el galante, una reacción contra la complejidad sumamente desarrollada de la música del Barroco.
Para cada forma de música contemporánea conocida en aquel entonces, tuvo un aporte, un legado.
 En consecuencia, a la hora de su muerte, Mozart había compuesto 22 óperas, 60 obras religiosas, 135 obras vocales, 145 obras instrumentales, 73 conciertos y sonatas, 98 música de cámara, 68 obras para piano y 5 obras varias.
 Sin embargo, lo más trascendente de su herencia no resulta la cantidad de piezas elaboradas. Más bien, este preciado genio alcanzó las estrellas al incursionar, con éxito, en todas las formas de la composición y destacarse como preciso instrumentista.
 Mozart fue su música y, como ella, sublime: amó, se divirtió y aprovechó cada minuto con la misma vivacidad de una variación.

Mozart más allá de los años
 Con el pasó de los años Mozart ha devenido leyenda y su talento resulta uno de esos misterios indescifrables que, al no disponer de otra explicación más coherente, constituyen una arbitrariedad divina.
 Piezas como "El rapto del serrallo Juan", "Las bodas de Fígaro", "Don Juan" y "La flauta mágica" han sido interpretadas por los más avezados maestros de la historia mundial y su nombre ha figurado en más de  dos mil teatros alrededor del orbe.
 Tanta fascinación generó su personalidad, que en la actualidad científicos europeos estudian la influencia de su música, en el desarrollo de la inteligencia de los niños y en la formación de capacidades para la lectura, escritura y las habilidades matemáticas.
 Finalmente recordarlo se hace simple a través de su obra, un acertijo difícil de desentrañar, con el cuál se experimenta una calma inefable debido a su elegancia, perfecta organización y equilibrio.
 A pesar de esa ausencia que se hizo eterna, Mozart se elevó para desde la prodigalidad de sus melodías, tocar la eternidad.    


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