La legendaria Rita Montaner lo bautizó con su
nombre artístico allá por los años 30. La cabeza rapada y la tez negra, le
valieron el simpático sobrenombre que lo
consagraría como uno de los músicos más
geniales y carismáticos de la historia del pentagrama cubano.
Ignacio Jacinto Villa, conocido como “Bola de Nieve”, constituye uno
de los artistas más universales que ha dado la isla de Cuba.
Guanabacoa recibió su nacimiento hace
exactamente 102 años y de esa ciudad
-toda una amalgama de tradiciones populares-, absorbió la
personalidad creadora, bohemia y
picaresca que lo inmortalizaría más allá de las fronteras nacionales.
Desde su voz ronca pero profunda, interpretó
boleros, canciones de cuna y pregones auténticamente criollos, porque fue un acérrimo defensor de la cubanía.
Temas musicales como Mama Inés, Drume negrito
y Tú no sabe inglé, Vito Manué – poema de Nicolás Guillén musicalizado por
Eliseo Grenet-, constituyen hoy un mito de la cultura nacional.
Sobre el artista, Roberto Fernández Retamar,
presidente de Casa de las
Américas expresó: Se recuerda la primera vez que uno oyó a Bola de Nieve
como un cubano recuerda la primera vez que vio la nieve... uno sabía que iba a
contar después; pertenezco a la estirpe feliz de gentes que han oído a Bola de
Nieve.
La mezcla de sonidos clásicos y ritmos traídos del continente negro; creaba
un amasijo de sentimientos revoloteando por el auditorio. Lloraba con la
garganta y cantaba con el alma.
Gracias a esa espiritualidad, recibió largas
ovaciones en escenarios tanto nacionales como internacionales.
Vestido siempre con extrema sobriedad pero
repleto de esencias cubanas, compartió su obra con artistas como Ernesto
Lecuona, Esther Borja, la argentina Libertad Lamarque y Rita Montaner; figuras que reconocieron en él
un talento inigualable.
Lázaro García, insigne representante del movimiento de la Nueva Trova declaró a esta periodista: De “Bola” aprendí la magia de la interpretación, porque el arte es la facultad que uno tiene de comunicar, no es tener la voz más linda o afinada, es sencillamente atrapar las canciones como lo hacía él.
Lázaro García, insigne representante del movimiento de la Nueva Trova declaró a esta periodista: De “Bola” aprendí la magia de la interpretación, porque el arte es la facultad que uno tiene de comunicar, no es tener la voz más linda o afinada, es sencillamente atrapar las canciones como lo hacía él.
Con esa sorprendente versatilidad, el músico
debutó en países como México Argentina,
Brasil, Chile y Estados Unidos, en este último se presentó en uno de los
escenarios más importantes de la nación, el Carnegie Hall de New York; lugar en
el que el público lo ovacionó sin descanso.
Comparado con estrellas como Nat King Cole
y Maurice Chevalier, Ignacio Villa, el regordete negrito al
que le gritaban “Bola de fango” en el barrio, conquistó incluso hasta a la
audiencia europea.
En una entrevista concedida en 1971 declaró:
“Un día tenía un hambre de tres varas y media y hacía cualquier cosa...canté en
italiano, bromeando. Me contrataron para Eurovisión y me cansé de volar entre
Milán y Roma”
Pero entre viajes y compromisos siempre
regresaba a su tierra, otras latitudes no llenaban sus canciones como lo hacía la Patria, aunque siendo él un
cubano del mundo, decía sentirse tan latinoamericano que no existía
nacionalidad si de continente se hablaba.
Días antes de su muerte apareció en un
programa de televisión con motivo de sus 60 años y declaró que en medio de la
gira por tierra mexicana, se había sentido mal y regresaba para echar sus
huesos en Cuba.
Lamentablemente el final lo sorprendió en
suelo azteca mientras visitaba la ciudad que tantas veces lo aclamó.
Su fama creció después de su desaparición
física, para alcanzar dimensiones de astro.
El poeta chileno, Pablo Neruda lo resumió
magistralmente al decir: Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en
esa intimidad llena de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los
teclados del cielo. El arte cubano lo recuerda por estos días en
que sus melodías vuelven a nacer con su espíritu. Roberto Novo, cantautor
cubano expresó: Su sello fue muy cubano, fue un negro lleno de ritmo con
perenne sonrisa blanca. Eso se parece bastante a la música cubana.
Más allá de letras y notas musicales, quedó la luz de una estrella, que en más de una ocasión brilló para cubanos y foráneos.
Más allá de letras y notas musicales, quedó la luz de una estrella, que en más de una ocasión brilló para cubanos y foráneos.
Después de tantos años, queda su impronta. Cuba
lo recordará por aquella frase mágica que pronunció en una entrevista días
antes de su muerte: "Cuando interpreto una canción ajena no la siento así.
La hago mía. Yo soy la canción que canto".
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